#vocesdelcorona «Hoy es mi día de salida»

Hoy es mi día de salida. Desde el 22 de marzo, que empezó la cuarentena total en Bolivia, hasta hoy, 7 de abril, no he salido ni a la acera de mi casa. No he tenido tiempo de pensar en mi confinamiento porque tengo muchas actividades que realizar. Reuniones y clases virtuales, diarias. Entrevistas, desgravaciones de entrevistas, redacción de artículos. Soy periodista freelance y responsable de comunicación de una ONG especializada en la acción contra la crisis climática. Además, soy abuela de tres pequeñas y nieta de una nona de 93 años que demandan mi atención todo el tiempo.

«Mi hija y su esposo se han encargado de abastecer a la familia, solo los lunes porque su cédula de identidad termina en 1. Los lunes, las personas -mayores de 18 años y menores de 65- con cédulas que terminan en 1 y 2 pueden circular en las calles, solo para comprar alimentos o para cualquier emergencia de salud. Los martes, los 3 y 4, así sucesivamente hasta el viernes, los 9 y 0.

Sábado y domingo, el aislamiento es total, excepto para los trabajadores del sector salud, periodistas, vendedores de alimentos, trabajadores de los servicios públicos como los que recogen la basura, policías y militares.

Varias cosas hice antes de salir a las 8:00. Desayuné. Alisté las bolsas de basura. Me puse un impermeable de nylon transparente, los que se usan para los días de lluvia. Lentes. Barbijo. Guantes. Estoy, según yo, bien ataviada y protegida.

A caminar, me digo. No hay transporte público ni privado para personas. Solo ambulancias y vehículos que transportan alimentos. A pocas cuadras de mi casa, me detengo a hacer fila (las largas filas de personas, para todo, son la característica de estas semanas de cuarentena) ante un camión donde venden algunas verduras. Los precios son más bajos que en el mercado de mi barrio. Algunas han subido el doble o triple, como el tomate: antes de la cuarentena 1 kilo costaba 3 bolivianos, hoy está a 10 (1,5 $us).

Tras caminar más de 20 cuadras, he llegado hasta un mercado al aire libre instalado en un barrio vecino al mío. Hay más variedad de frutas y verduras. Compré todo lo necesario para una semana, con el doble de dinero que gastaba hasta antes de la cuarentena. Eso me angustia, porque en la zona vive mucha gente cuyo ingreso de dinero proviene de la venta diaria al raleo de algún producto, del servicio de lavado de ropa o lustrado de zapatos. Hay diversos oficios como el del zapatero que repara calzados.

Las medidas sociales tomadas por el gobierno boliviano para estos sectores sociales pobres, en realidad no llegarán a todos los necesitados. Se tienen dos bonos importantes. Uno llamado “canasta familiar” de 400 bolivianos ($us 57) llegará a importantes sectores que ya reciben estos bonos sociales como adultos mayores, mujeres embarazadas y personas con discapacidad severa.

El otro es el bono familia, que consta de 500 bolivianos por hijo que estudie en un colegio fiscal, en el nivel primario. Es una población que ya recibe un bono anual solo por estar matriculado en una escuela fiscal. A pesar de todo eso no es suficiente, porque hay otra población que no está en estos cuatro grupos que no tiene recursos para pagar sus alquileres y comprar alimentos.

En fin, ni yo he podido ayudar todavía a las dos mujeres que con frecuencia lavan la ropa de mi familia. No podemos dejar entrar a ninguna persona a la casa por el peligro del contagio. Tomando en cuenta que justamente estas personas son las que no toman ningún recaudo para protegerse del contagio. No usan barbijo, menos tienen para comprar alcohol en gel para desinfectarse. Y vaya a saberse si tienen agua en sus domicilios para lavarse las manos. Hay un grupo importante de bolivianos que no cuentan con agua, principalmente en áreas rurales y zonas marginales de las urbes.

Así las cosas, estoy angustiada por todo eso. Y más ahora que volví a casa. Llegué antes de las 12:00 porque solo se puede estar en las calles hasta mediodía. La multa a las contravenciones de la emergencia es de 1000 bolivianos ($us 150). Casi estoy temblando. En la puerta me desinfecté con alcohol al igual que todos lo que compré, las bolsas. Todo. Dejé mi ropa y zapatos fuera.

Ya me bañé, pero sigo temblando. Me lavo una y otra vez las manos. El nerviosismo me duró más de una hora, creo. Me aturde el hecho de que se me haya prendido el coronavirus. Solo lo podré saber en dos semanas o cuando los síntomas lo hagan evidente. O quizás no lo sepa nunca. No sé, me preocupa que mi salida afecte a alguna de las siete personas que viven conmigo, en casa. Me sobresalta el pensamiento de que pueda afectar a mis nietas (una con epilepsia, dos con asma) o a mi abuela, las más vulnerables. Solo el trabajo y las tareas pendientes me alejan de los malos pensamientos. La depresión ya me hizo su presa. He llorado ya en más de una ocasión. Lloro ahora mismo.»

We Effect ha lanzado una campaña global en Twitter y Facebook para resaltar cómo las personas se ven afectadas y manejan la crisis del coronavirus. #Vocesdelcorona muestra cómo el virus y sus implicaciones afectan a las personas más vulnerables del mundo. ¡Participa tu también, para que tod@s sean escuchad@s!