En el corazón de la Amazonía boliviana, en la comunidad de Gonzalo Moreno, ubicada en el departamento de Pando, se encuentra una parcela de tierra que encarna esperanza, sostenibilidad y respeto por la Madre Tierra. Este lugar, manejado por Miguel Cordero y su familia, no solo es un espacio de producción agroforestal, sino también un testimonio de cómo el derecho a la alimentación puede armonizarse con el cuidado del medio ambiente.
En una región donde la presión sobre los bosques primarios ha sido constante, el uso intensivo de químicos y las prácticas agrícolas tradicionales han puesto en peligro los ecosistemas locales. Miguel recuerda cómo, en el pasado, era común despejar el bosque de forma continua y utilizar insumos químicos para manejar los cultivos. Estas prácticas no solo afectaron la salud del suelo, sino que también aumentaron la demanda de mano de obra y degradaron el entorno natural.
El desafío era claro: encontrar una forma de producir alimentos y diversificar los cultivos sin comprometer el medio ambiente ni la salud humana.
La Solución: Un Sistema Agroforestal Sostenible
Con el apoyo de nuestra organización socia en Bolivia, IPDRS, Miguel y su comunidad comenzaron a implementar un sistema agroforestal que prioriza la diversidad y la sostenibilidad. Este enfoque incorpora técnicas naturales para cuidar la tierra, como el uso de cultivos forrajeros para controlar las malezas y evitar los agroquímicos.
“Decidimos trabajar con la naturaleza, no contra ella”, dice Miguel con orgullo. Explica que las hojas caídas se descomponen de forma natural, alimentando el suelo sin la necesidad de fertilizantes químicos. Este sistema no solo protege los bosques primarios, sino que también proporciona aire limpio y fresco para la comunidad.
Miguel comparte que el proceso de transformación fue desafiante al principio. Cambiar el uso de la tierra y desarrollar un enfoque agroforestal requirió tiempo y esfuerzo. La poda estratégica y la limpieza inicial del bosque eran tareas recurrentes, pero con el tiempo, estos esfuerzos se redujeron. Ahora, con el sistema bien establecido, la poda se necesita solo una o dos veces al año, según las necesidades específicas de cada cultivo.
La diversidad productiva de la parcela es impresionante: cacao, copoazú, açaí, frutas cítricas, nueces de Brasil y aguacates son solo algunos de los productos que cosechan. Cada etapa de la producción, desde la floración hasta la cosecha, se maneja con cuidado y experiencia, garantizando alimentos de alta calidad y amigables con el medio ambiente.
Los Frutos: Soberanía Alimentaria y Cuidado Ambiental
Para Miguel, la satisfacción de trabajar con un sistema agroforestal va más allá de la producción. “Todo lo que hacemos aquí es natural, sin químicos. Esto no solo protege nuestra salud, sino que también garantiza alimentos saludables para las y los consumidores”, señala. Su compromiso con la soberanía alimentaria y el respeto por la naturaleza ha transformado su forma de vida, convirtiéndolo en un ejemplo para otras comunidades.
Además, el proceso de producción artesanal que realiza junto a su familia garantiza que los alimentos sean seguros y de la más alta calidad. Este enfoque no solo beneficia a quienes consumen los productos, sino que también contribuye a la salud del planeta al reducir la contaminación.
Miguel espera que su experiencia inspire a otros. “Queremos que más personas, instituciones y países conozcan esta forma de trabajar. Es posible producir sin dañar la naturaleza, pero se necesita apoyo y compromiso de todos”, enfatiza. Su mensaje es claro: el cambio es posible, pero requiere voluntad colectiva.
A través de We Effect y su organización socia IPDRS, Miguel y su comunidad han recibido formación y recursos técnicos que les han permitido implementar y mejorar su sistema agroforestal. Este apoyo ha demostrado que la ayuda adecuada puede amplificar las soluciones locales que transforman vidas.
Esta historia no solo destaca el esfuerzo de una comunidad por garantizar su derecho a la alimentación, sino también cómo el cuidado del medio ambiente y la Madre Tierra puede convertirse en una realidad práctica y replicable. En el corazón de Bolivia, Miguel y su parcela son la prueba de que otro modelo de producción es posible, uno que honra a la naturaleza mientras alimenta al mundo.