Gracias a la agroecología, ahora mi familia y yo tenemos alimentos

María Us & Elvia Cortez | Foto: Ana Chaclán
María Us & Elvia Cortez | Foto: Ana Chaclán
“Junto a mi esposo nos empoderamos de los conocimientos y sembramos nuestro huerto. Yo no sabía hacer un abono orgánico, sino que iba a la veterinaria a comprar algo químico, y vi el cambio positivo en mi huerto, y eso fue gracias a lo que aprendí”

María Us Chivalan vive junto a su esposo y sus siete hijos; cuatro mujeres y tres varones, en la aldea Paxocol, Patzité, municipio de El Quiché, ubicada a unos 168 kilómetros de la ciudad de Guatemala.

Cuando sus hijas eran pequeñas, María no tenía una fuente de ingresos y dependía de lo que su esposo aportaba al hogar. Ella cuenta que sufría mucho, porque tenía poco dinero y debía comprar todo lo que consumía; si quería guisar hierbas o preparar una ensalada, tenía que ir al mercado local para comprar todo.

En su casa no sembraban verduras, porque ella y su esposo desconocían cómo tenían que mantener un huerto, cómo sembrar y cuál era la forma adecuada de abonar la tierra para proteger las verduras de plagas de insectos.

La importancia de que las mujeres nos organicemos.

Con el paso del tiempo, María se involucró en la Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala (Conavigua), que desde 1988 apoya a mujeres victimas de la violencia, discriminación y pobreza en el país.

Conavigua participó en el Proyecto de Empoderamiento Económico Integral de Mujeres Mayas Rurales de Guatemala (PODEEIR), ejecutado por We Effect, con el propósito de empoderar a las mujeres mayas rurales en temas de emprendimientos, inclusión financiera, vida libre de violencia y fortalecimiento organizacional.

María recibió formación en un proceso en el que aprendió a hacer un huerto, una abonera orgánica e insecticidas.

“Junto a mi esposo nos empoderamos de los conocimientos y sembramos nuestro huerto. Yo no sabía hacer un abono orgánico, sino que iba a la veterinaria a comprar algo químico, y vi el cambio positivo en mi huerto, y eso fue gracias a lo que aprendí”.

El derecho a la alimentación

Con una sonrisa cuenta, “ahora si quiero comer algo, por ejemplo remolacha, la arranco y la preparo, es más fácil para mí”.

En Guatemala hay muchas comunidades en donde las personas tienen prohibido utilizar el agua potable para riego, porque es muy escasa. Las autoridades locales se organizan con los vecinos para monitorear que no se desperdicie el líquido vital, y si alguien es sorprendido usándola para riego, debe pagar una multa de hasta Q1 mil quetzales.

“El proyecto me dio un tanque plástico para almacenar agua de lluvia, y eso me ayuda a mantener mi huerto, porque en verano no tenemos agua, y no nos dejan usar agua del chorro para regar nuestros cultivos. También me dieron un purificador de agua para uso familiar, y estoy muy agradecida, porque ahora tenemos acceso para tomar agua purificada”.

María comparte que, gracias a su participación en el proyecto, logró empoderarse y capacitarse, y también les ha enseñado a sus hijas lo que aprendió, ahora ellas la ayudan a cuidar el huerto, la abonera y a hacer pesticidas orgánicos. Además, sus hijas e hijos pudieron seguir estudiando.

“Mi corazón está alegre por todo lo que he aprendido, porque me ha ayudado a sacar adelante a mi familia”.