El retorno, oportunidad y el derecho a la alimentación

Santa María Tzejá. Tres palabras que forman un nombre. No cualquier nombre, sino uno paradigmático, que encierra medio siglo de historia y de lucha marcada por desarraigo, reencuentro y resurgimiento.

A las 6 de la mañana, el sol empieza a iluminar y se escucha el río que pasa justo a un lado de la casita en donde se venden huevos y pollos en la comunidad Victoria 20 de Enero, en Santa María Tzejá.

Doña Cecilia Pérez Gómez se levanta, prepara unos huevos con hierbas para el desayuno y despierta a sus nietos para empezar la jornada. El Río refleja los fuertes rayos del sol y se siente el calor y la humedad de la zona selvática del Ixcán, al norte de Guatemala, en el departamento del Quiché.

El Retorno.

Santa María Tzejá. Tres palabras que forman un nombre. No cualquier nombre, sino uno paradigmático, que encierra medio siglo de historia y de lucha marcada por  desarraigo, reencuentro y resurgimiento.

A comienzos de 1,990 se empezó a escuchar la palabra “retorno”. Se empezaba a hablar de las negociaciones de los Acuerdos de Paz y de las Comisiones Permanentes de Representantes de los Refugiados Guatemaltecos en México, que les representaban en la discusión de condiciones para su regreso.

“Cuando regresamos yo era la representante de un grupo de mujeres de 500 familias, a partír de ahí tuve experiencia para participar en reuniones y compartir los mensajes con el grupo de mujeres para recuperar nuestra tierra. Cuando llegamos, muchas personas se dividieron, fue ahí donde decidí hacerme socia de la cooperativa para apoyar a mujeres que todavía no tenían oportunidades.” nos cuenta Cecilia

La Jornada.

Acompañada de sus nietos, Cecilia todos los días a las 8 de la mañana entra a sus gallineros y revisa que sus gallinas tengan suficiente agua y comida; luego, a la 1 de la tarde, regresa a revisarlos para asegurar que no les falte nada. “Empece con 125 pollitos, engordan en 7 semanas y los vendo enteros a 12 quetzales por cada libra, y llegan a pesar hasta 9 libras cada pollo, gano Q.110.00 quetzales por pollo vendido. El dinero que gano me sirve para comprar más tierra y así poder tener más espacio para tener mis pollos y también gallinas ponedoras. Compré 400 gallinas ponedoras con mis ganancias y de ellas recojo 300 huevos al día, lo cual me genera más ingresos económicos”

El derecho a la alimentación.

“Gracias al trabajo que hacemos con las gallinas y los pollos tenemos siempre nuestra comida con mi familia, comemos tres veces por semana el pollo, le quitamos la grasa, lo cocemos o lo asamos, también comemos huevitos con hiervas y tortillas, acompañados de otras cosechas que tenemos acá en nuestra casa. Me siento bien de saber que puedo tener seguro mi alimento y que no les va faltar a mis nietos, me siento bendecida”

Enfrentando retos.

Con un tono de preocupación, Cecilia nos cuenta que, a pesar de que tiene un lugar grande para cuidar sus pollos y gallinas, le hace falta tener una infraestructura adecuada “sufrimos inundaciones, se caen las laminas porque el río se crece y tenemos que sufrir con eso, quisiera poder construír un espacio adecuado” Doña Cecilia, a sus 70 años, se ha encargado de transmitir sus conocimientos a sus nietos para poder continuar con el trabajo realizado y poder garantizar  la seguridad alimentaria. “Soy una mujer mayor y cada vez estoy más cansada, pero creo que aún puedo trabajar en actividades más tranquilas”

“Hemos aprendido mucho por medio de las capacitaciones técnicas de We Effect, sabemos cómo cuidar los animales, cómo alimentarlos para que esten con salud.

Necesitamos de su apoyo y los proyectos, somos mujeres trabajadoras que aprovechamos las oportunidades y agradecemos el apoyo” nos termina de contar Doña Cecilia Perez Gomez, quien se despide mientras nos dice que se le hace tarde para ir hacer entrega de cajas de huevos en la comunidad. Poco a poco se aleja por el camino de la comunidad Victoria 20 de Enero bajo el calor humedo de la zona selvática del Ixcán.