Tener una vivienda propia significa mucho para Marta. Antes de unirse a la cooperativa, Marta vivía a las orillas del río de Choluteca.
– Antes sufríamos mucho por el río. Aquí estamos felices, nos cuenta.
Marta, que nunca ha tenido un empleo seguro, siempre ha soñado de tener su propia casa. Por ocho años trabajó en una empresa melonera. Cada día trataba de ahorrar lo más posible de su salario para algún día lograr comprar su propia vivienda. Pero el dinero que ahorró no era suficiente. Ningún banco quería darle un préstamo. El sueño de su propia vivienda parecía ser imposible de lograr hasta que se enteró del modelo de cooperativas de vivienda por ayuda mutua. Por fin vio una oportunidad de conseguir su propia vivienda. Pero aún necesitaba un crédito. Fue cuando la cooperativa llegó al rescate.
– En la cooperativa decidimos hacer un documento interno en el cual la cooperativa aseguró que pagaría la parte de Doña Marta, si ella no lo lograra pagar. Pero Doña Marta nunca se ha retrasado en sus pagos, ella es la más puntual de todas. Ella demuestra que no da quien tiene, si no quien quiere, dice Jayro Gámez también miembro de COVIMARL.
Hoy, Marta trabaja desde su propia casa. En su patio ha instalado una pequeña cocina en la cual hace tortillas tres veces al día. Sus clientes son las otras personas miembros de la cooperativa de vivienda. Otra de las ventajas de ser parte de una cooperativa.