Suecia debe defender a quienes defienden sus derechos

Anna Tibblin, la secretaria general de We Effect.

Este es un artículo de opinión escrito por Anna Tibblin, secretaria general de We Effect. Fue publicado el 31 de enero en la revista Omvärlden.

Hace unos días, seis personas del pueblo indígena de Mayangna fueron asesinadas por defender sus tierras en la Reserva Natural de Bosawá, en Nicaragua. Es otro ejemplo desagradable de lo que está sucediendo en muchas partes del mundo cuando las personas se oponen a la desigualdad, la corrupción y los gobiernos autoritarios.

Un informe reciente de la organización Front Line Defenders describe cómo las personas que defienden sus derechos viven abuso físico, campañas de difamación, el acoso legal o el acoso sexual. En el peor de los casos, pierden la vida en ejecuciones. Más de 300 defensores de los derechos humanos fueron asesinados en 2019.

El país más peligroso para las personas que defienden los derechos humanos en 2019 fue Colombia, donde la violencia contra quienes se oponen a grandes proyectos de destrucción ambiental se ha intensificado desde los Acuerdos de Paz del 2016. En Colombia, 106 personas fueron asesinadas a causa de su lucha el año pasado.

En un segundo lugar está las Filipinas, con 43 asesinatos. El informe de Front Line Defenders también establece que:

  • El 40 por ciento de las personas asesinadas defendían sus tierras, los derechos de los pueblos indígenas o el medioambiente.
  • El 13 por ciento de las personas asesinadas eran mujeres.
  • El 85 por ciento de las personas asesinadas habían sido amenazadas anteriormente.

We Effect trabaja en cuatro de los países más afectados: Colombia, Filipinas, Honduras y Guatemala. Una encuesta de We Effect entre diez de nuestras organizaciones asociadas muestra que todas han sido expuestas a amenazas por parte de autoridades, policías, militares o empresas privadas.

Lo mismo ocurre con los miembros de las organizaciones: los y las agricultoras son amenazadas y asesinadas porque defienden el derecho a usar un pedazo de tierra para mantenerse a sí mismos y a sus familias.

La pobreza está aumentando en varios países, incluyendo América Latina. Y una de las razones básicas para esto son los conflictos por la tierra. Los y las agricultoras y los pueblos indígenas se han quedado al medio de la búsqueda de minerales, tierras cultivables y energía por parte de los Estados y las grandes empresas.

Los y las agricultoras de los países en desarrollo en otros continentes enfrentan desafíos similares. Intentan hacer frente a una vida cotidiana caracterizada por instituciones democráticas débiles, estructuras patriarcales e inversiones imprudentes de las empresas en la industria minera, el sector energético y la industria agrícola a gran escala.

Suecia puede marcar la diferencia, tanto con su propia cooperación para el desarrollo como con lo que se canaliza a través de las comunidades internacionales. La cooperación sueca se encuentra entre las mejores del mundo, según la encuesta realizada por el CAD de los países de la OCDE el verano pasado.

Suecia, la UE y la ONU deben centrarse aún más en la sociedad civil y el apoyo a los derechos humanos, y aumentar la presión sobre aquellos países que no están a la altura de un nivel decente:

  • Priorizar la asistencia que fortalece el empoderamiento económico, social y político de las mujeres.
  • Priorizar la asistencia a las organizaciones de la sociedad civil que trabajan por un acceso más justo a la tierra.
  • Dar prioridad al tema de la tierra en la cooperación y en el diálogo con otros países para eliminar las barreras legales, sociales y culturales para que mujeres y hombres tengan control sobre la tierra o la posean.

Particularmente aguda es la situación en Colombia, donde la violencia continuó este año también. Al menos diez personas que defienden los derechos humanos fueron asesinadas durante las dos primeras semanas de 2020. Suecia tiene un amplio comercio con Colombia y debe hacer demandas difíciles en sus contactos bilaterales.

Los y las agricultoras de agricultura a pequeña escala representan el 50 por ciento de la producción mundial de alimentos. Ser agricultor en un país en desarrollo, donde las mujeres hacen la mayor parte del trabajo, es un trabajo realmente difícil. No dejemos que luchen por sus vidas también.

Anna Tibblin, Secretaria General de We Effect