La tierra significa vida, pero las mujeres no la tienen

Kenia Galeano Carrasco, tiene 34 años y siempre ha dependido de otros; su madre, su esposo, su suegra o sus vecinos. Ella sueña con un propio pedazo de tierra, porque la tierra da independencia, empoderamiento y oportunidades para salir de la pobreza.

– Yo me fui de mi casa cuando tenía 13 años. Me fui del hogar de mi madre a la casa de la mamá de mi novio. Estaba enamorada y pensaba que la vida sería como en las películas.

Kenia Galeano Carrasco, madre de cuatro hijos, está sentada en la sombra de un árbol, tratando de huir del calor típico de Chinandega en Nicaragua. Kenia se limpia las perlas de sudor, sacude su cabeza y continúa su historia:
– En lugar de independizarme y tener una vida mejor, me quedé en la casa de otra persona.

El 40 por ciento de las mujeres en Nicaragua ya tienen hijos a la edad de 19 años – el número más alto de América Latina

La historia de Kenia no es nada rara en Nicaragua. A pesar de que el país se distingue en la región por sus avances en la equidad género, la realidad de las mujeres y niñas en las zonas rurales nicaragüenses no es tan alegre. Las niñas muy raramente logran salir de primaria. Muchas jóvenes se juntan o se casan con sus parejas temprano; el 69 por ciento de las jóvenes con poca educación están casadas antes de los 18 años.

También los embarazos adolescentes son comunes. El 40 por ciento de las mujeres en Nicaragua ya tienen hijos a la edad de 19 años – el número más alto de América Latina. La probabilidad de embarazos tempranos es mayor entre jóvenes viviendo en pobreza, especialmente entre las que viven en zonas rurales. Por lo tanto, las mujeres y niñas rurales raramente tienen una oportunidad de salir del círculo vicioso de la pobreza. Una vez que haya comenzado puede durar por generaciones y ser difícil de romper.

Kenia no es una excepción a las estadísticas. Solo un año después de llegar a la casa de su suegra, esperaba a su primer hijo. Pero su cuerpo joven no estaba listo para un embarazo y perdió el bebé.

– Yo era solo una niña, así que no estaba bien que tuviera mi propio hijo, pero igual fue triste, cuenta Kenia con su mirada fijada al suelo.

La falta de tierra un problema estructural

Según la Coordinadora de Mujeres Rurales (CMR), que agrupa a cooperativas de mujeres en Nicaragua, el problema principal para las mujeres en las áreas rurales es la falta de acceso a la tierra. El problema está fuertemente relacionado con el alto número de embarazos adolescentes. La tierra es más que un pedacito de suelo – tener acceso a tierra propia significa independencia y soberanía.

– El derecho a la tierra tiene que ver con la igualdad de derechos entre mujeres y hombres, tiene que ver con el desarrollo y las posibilidades de las mujeres. Si las mujeres de las zonas rurales no tienen tierra para cultivar, no tienen perspectivas para el futuro. Luego las atraen, muchas veces hombres mayores, con promesas de una vida mejor, una propia familia y amor, dice María Teresa Fernández de la CMR.

Ser dueña de un pedazo de tierra puede ser el único factor que logre romper el círculo vicioso de pobreza. Puede hacer que las niñas y las mujeres tengan otras perspectivas. Sin embargo, menos del 20 por ciento de las mujeres del país tienen derecho y acceso a la tierra. La falta de tierra se hereda, generación tras generación. Los hombres son quienes heredan la tierra de sus padres, porque se espera que las mujeres obtengan acceso a la tierra cuando se casen. Que la mujer misma sea propietaria de su tierra y cultivo es, por lo general, menos importante.

El derecho a la tierra tiene que ver con la igualdad de derechos entre mujeres y hombres.

Cuando Kenia creció, su madre tampoco tenía tierra, y tuvo que encontrar trabajo en la ciudad. Kenia y sus hermanos y hermanas menores se quedaron solos en el hogar, a veces por largos períodos de tiempo. En vez de ir a la escuela, Kenia se encargó del cuido de sus hermanos y hermanas. Si la madre hubiera tenido tierra propia, la vida de Kenia podría haber sido diferente.
– Probablemente hubiéramos trabajado juntas en el cultivo. Hubiéramos tenido una mejor comunicación entre nosotras. Seguramente me hubiera quedado más tiempo en casa, apoyándola con todo. Tal vez podría haber ido a la escuela y aprendido a leer y escribir.

Campesina sin tierra

Hoy, Kenia es una campesina sin tierra. Para cultivar, tiene que pedir tierra prestada o alquilarla de sus vecinos. Pero no siempre tiene los recursos para hacerlo. Muchas empresas ofrecen más dinero por el alquiler de la tierra y Kenia no tiene dinero.

Hace cinco años, Kenia se unió a la cooperativa “Mujeres en Acción”. La cooperativa es parte de la CMR y las mujeres han recibido capacitaciones en la práctica de la agroecología, pero también cursos sobre los derechos humanos e incidencia. A través de las capacitaciones, las mujeres se han fortalecido como personas, han logrado una mayor autoestima, y han aprendido la importancia de la cooperación.

Si las mujeres de las zonas rurales no tienen tierra para cultivar, no tienen perspectivas para el futuro.

Kenia ha aprendido a cultivar de manera inteligente, eficiente y agroecológica. Hoy, ella cultiva en un pedazo pequeño en el sitio donde vive con su familia. Sus cultivos orgánicos aseguran las necesidades diarias de la familia. Pero la tierra es propiedad de su suegra.

– Yo con gusto me iría de aquí a empezar de nuevo. Si obtengo solo un pedacito de tierra, que sea mío, sé que todo estará bien. Porque yo soy productora, soy agricultora y la tierra significa vida y un futuro seguro. ¡Quiero dejar de depender de los demás, pero para eso necesito tierra!

Las mujeres trabajan la tierra, la cultivan, la cuidan y la defienden, pero rara vez la poseen

Queremos cambiar eso