De machistas a cuidadores – la cooperativa que apostó por la igualdad

Participar en talleres de igualdad de derechos ha mejorado la relación entre Rosa y Aníbal. Ahora ambos cuidan a su nieto Alex. Foto: Liinu Diaz Rämö
Participar en talleres de igualdad de derechos ha mejorado la relación entre Rosa y Aníbal. Ahora ambos cuidan a su nieto Alex. Foto: Liinu Diaz Rämö
En la Cooperativa Las Tablas en El Salvador una tragedia dio inicio al trabajo para la igualdad de derechos entre mujeres y hombres. "El cooperativismo ha querido ser, desde su principio, un movimiento incluyente. Pero nos hemos dado cuenta de que ha sido excluyente para las mujeres. Hoy estamos cambiando eso."

Es un día cálido y soleado. Filas de sillas han sido colocadas al frente de la oficina de la cooperativa Las Tablas en el municipio de Chalchuapa en el occidente de El Salvador. Hombres y mujeres, jóvenes y adultos, que han participado en talleres de equidad de género, masculinidades y paternidad compartida están listos para ser diplomados y celebrados. Es un día de alegría para la cooperativa, porque marca un cambio histórico: las mujeres han logrado una participación organizativa y productiva en la cooperativa y los hombres están participando más en las familias.

Para entender como llegamos a este día, hay que conocer el pasado. Todo comenzó hace algunos años cuando un horrible acto de violencia les abrió los ojos a los y las integrantes de la cooperativa.

– Tener un feminicidio en medio de nuestra comunidad fue algo muy duro. Nos recordó de que existía mucha violencia contra la mujer y que nosotros teníamos que contribuir a cambiarlo, nos cuenta Álvaro Portillo, Tesorero del Consejo Administrativo de la cooperativa.

Comienza el cambio

Con el apoyo de la Confederación de Federaciones de la Reforma Agraria (CONFRAS), We Effect y Promundo, la cooperativa comenzó a trabajar la igualdad de derechos entre mujeres y hombres. Un proyecto de empoderamiento económico y político de las mujeres, con 64 participantes en talleres sobre sus derechos, cooperativismo y emprendimiento, fue el primer paso hacia el cambio.
Pero involucrar a mujeres que nunca habían tenido participación en la cooperativa no fue algo fácil. Al primer taller llegaron muy pocas, sus compañeros no las dejaban salir de la casa. Rosa Hernandez es una de las mujeres que participó desde el principio. Antes, ella pasaba todo el tiempo en su casa, nunca salía.

– La vida era bien diferente, no participábamos en la cooperativa ni en la comunidad. Lo que hacíamos eran los oficios de casa: cocinar para el esposo, lavar y planchar, cuidar a los niños. Eso nos tocaba a las mujeres. Cuando mis hijos ya eran grandes quise salir a trabajar, pero mi esposo me lo negó, dice Rosa.

La cooperativa entendió que no era suficiente trabajar únicamente con las mujeres. Los hombres también debían involucrarse y ser parte del cambio. Comenzaron los talleres en masculinidades y paternidad compartida.

– Hemos venido bajo un sistema hegemónico de masculinidades erróneo, es algo ancestral. A nosotros nos enseñaron que ser varón es ser macho. Todo eso nos influyó en nuestras vidas. Luego, la reforma agraria solo les dio tierra a los hombres, hizo que solo los hombres podíamos ser socios de la cooperativa. Eso ha hecho que no hemos reconocido el valor ni la importancia de las mujeres, menos sus derechos, nos cuenta el esposo de Rosa, Aníbal Martinez, quien hoy recibe du diploma de participación.

A través de su participación, Aníbal se fue dando cuenta de los problemas que han surgido por el machismo. Sin embargo, fue un proceso largo y lento.

– Al principio me daba riza, pasaron dos años sin que yo lograra reconocer esto como algo que me afectaba. Pero con el tiempo nos dimos cuenta de que nos estábamos conociendo a nosotros mismos. El tipo de lenguaje que usamos, nuestras actitudes. Hemos vivido equivocados y hemos ido en una ruta sin lucros para todos. Discriminar ha sido algo normal. Por ejemplo, lo que hice contra mi mujer cuando ella tenía el deseo de trabajar, fue discriminación.

Yo antes era machista, todos los hombres hemos sido criados así

– Yo he cambiado bastante, pero sé que todavía hay cosas que tengo que cambiar. Mi visión es seguir adelante, aprender más cosas, desarrollarme como persona. Algunos dicen que son muy viejos para cambiar las cosas, pero nunca es tarde para aprender algo nuevo. Porque al final los que van a ser beneficiados por este trabajo son nuestros hijos, nietos y bisnietos. Ya no van a ser criados en el sistema machista, continúa Aníbal.

Cambios a largo plazo

Antes la comunidad era un lugar donde la violencia era parte de la vida de las mujeres. Con el trabajo que se ha hecho, involucrando a hombres y mujeres, los niveles de violencia han disminuido.

Para las mujeres conocer sus derechos fue la clave al cambio en ellas mismas. Ellas se fueron empoderando, y su autoestima fue creciendo. Hoy las mujeres de la cooperativa Las Tablas se sienten más felices y tranquilas.

– Antes éramos ignorantes, sin saber nuestros derechos. Nos podían dar una cachetada y pensábamos que así debía ser. Ahora ya sabemos adónde acudir si pasa, nos cuenta Ana Guadalupe Aguirre, que ha participado en los talleres.

Aparte de conocer sus derechos las mujeres también aprendieron el oficio de panadería, para así comenzar a tener un propio ingreso. Los talleres, más su nuevo trabajo, le han cambiado la vida a Ana Guadalupe.

Unidas hay más fuerza

– Antes no tenía espacios donde podía desarrollarme. Me cerraba en un mundo pequeño y me deprimía. La vida era difícil. Ahora vivo en un mundo grande, dice con una gran sonrisa.

Trabajar juntas, hombro a hombro, y tener el apoyo de las otras compañeras ha sido importante durante el proceso de cambio. Unidas hay más fuerza.

– Trabajar juntas y estar organizadas, significa bastante y es el objetivo principal para nosotras. Trabajamos mucho mejor unidas que si cada una lo hiciera individualmente.

Catarino Lopez, vicepresidente de CONFRAS ha sido un referente en el trabajo de equidad de género de la organización. Él se siente orgulloso de los cambios que han sucedido en la cooperativa Las Tablas, pero también del proceso que él mismo ha vivido.

– Yo antes era machista, todos los hombres hemos sido criados así. Yo venía de trabajar y pedía mi comida, dejaba mi plato y exigía que mi compañera me lavara la ropa. Ahora yo lavo mi ropa, lavo mis trastes. Eso no me ha hecho menos hombre.

– Vivir en igualdad es mejor que vivir oprimiendo a la compañera, porque tenemos los mismos derechos. Es mejor vivir la vida dialogando que peleando.